- “No hay fin del mundo, no hay alineación de planetas, ni fechas fatales, lo que sí debe haber es atención sobre el diseño de los lugares que habitamos y laboramos, pero sobre todo prevención”, aseguraron investigadores de la UNAM
- Debido a la cercanía del epicentro del temblor del pasado 19 de septiembre, los colapsos en la Ciudad de México se concentraron en inmuebles de cuatro a ocho pisos, mientras que en 1985 en estructuras más altas
La misma fecha: 19 de septiembre, justo 32 años después, el Valle de México se volvió a estremecer, pero con notorias diferencias.
No existe relación causal entre ambos sismos, y las características son desiguales: el ocurrido hace unos días fue 30 veces menor que el de 1985, y aunque la percepción de daños y afectaciones puede emparentarse, la diferencia y magnitud se debió a la cercanía del epicentro: hace 32 años fue a 350 kilómetros, y hace unos días a 120, expuso Raúl Valenzuela Wong, del Instituto de Geofísica (IGf) de la UNAM.
“Sismos con epicentro en la costa, como el de 1985 (Lázaro Cárdenas, Michoacán), cuando llegan a la Ciudad de México tienen un predominio de lo que llamamos “ondas superficiales”, que son ondas de periodos más largos o de frecuencias más bajas, en contraste con el de hace una semana, que por su cercanía tuvo un mayor componente de “ondas de cuerpo A”, con frecuencias más altas”, explicó.
En la videoconferencia “Sismos. 19 septiembre 1985, 2017. Sus características”, realizada en las instalaciones del Servicio Sismológico Nacional (SSN), el especialista en sismotectónica dijo que los movimientos con frecuencias más altas tienden a afectar estructuras más bajas, mientras que los de frecuencias más bajas, dañan estructuras de mayor altura.
Por ello, acotó Leonardo Ramírez, de la Unidad de Instrumentación Sísmica del Instituto de Ingeniería (II), los colapsos o derrumbes se concentraron ahora en inmuebles de cuatro a ocho pisos, mientras que hace 32 años fueron en estructuras más altas, de hasta 20 niveles.
“En 1985 la ubicación de los daños fue en el área que corresponde a lo que fue el Lago de Texcoco (delegaciones Cuauhtémoc, Venustiano Carranza, sur de Coyoacán, Benito Juárez e Iztacalco), mientras que en 2017 fueron en la denominada ‘zona de transición’, al sur de la ciudad (Tlalpan, Coyoacán), lo que coincide con la orilla de lo que fue el mencionado lago”.
Al referirse a los daños en inmuebles de la Ciudad de México, Ramírez indicó que el 90 por ciento de las estructuras que tuvieron menoscabos o que colapsaron fueron levantadas con el código de construcción anterior a 1985.
“La mayoría fueron edificadas bajo el reglamento previo y no se reforzaron con las modificaciones a la normativa de 2004”, remarcó.
Mito o realidad
Por su parte, Valenzuela añadió que no ha habido variaciones dramáticas en la actividad sísmica. “De manera anual se presentan alrededor de 150 sismos en el mundo de magnitud 6 a 6.9, perceptibles o no; de 7 a 7.9, aproximadamente 15; y sólo uno o ninguno de hasta 8 grados”.
Respecto a un gran terremoto, que se rumora podría ocurrir en la Brecha de Guerrero, ubicada entre Acapulco y Zihuatanejo, detalló que primero tiene que establecerse el denominado ‘intervalo de recurrencia’.
“Sabemos que nada ni nadie puede predecir un sismo, pero también sabemos que desde diciembre de 1911 no ha ocurrido un movimiento de gran magnitud en dicha zona. Sin embargo, aunque han pasado 106 años, no tenemos datos de cuándo fue el movimiento anterior a 1911, así que no podemos establecer el intervalo de recurrencia. Pero lo que es un hecho es que no se ha liberado energía ahí”.
Asimismo, los especialistas descartaron con todo rigor que la actividad sísmica reciente tenga que ver con los ensayos nucleares de Corea del Norte, realizados el pasado 3 de septiembre.
De igual manera, indicaron que tampoco es atípico que el epicentro de pequeños temblores sea en zonas como Tlalpan o el Ajusco de la Ciudad de México. “No son raros, son eventos de menor magnitud, aunque no hay que olvidar que estamos en un eje volcánico y sobre una serie de fallas”.
También rechazaron que la sismicidad tenga un vínculo con las tormentas solares, como dictan mensajes que proliferan en redes sociales, “buscadores de ‘likes’, charlatanes que bajo cualquier condición desean no sólo desinformar y propagar datos falsos, sino lucrar y “monetizar con ello”.
No hay fin del mundo, reiteraron los universitarios. No hay alineación de planetas, no hay fechas fatales ni círculos que se cierran, lo que sí debe haber es atención sobre el diseño de los lugares que habitamos y laboramos, pero sobre todo prevención.
La videoconferencia, transmitida por Facebook tuvo una asistencia virtual pico de mil 300 personas, y en la hora de duración se realizaron aproximadamente 400 preguntas y comentarios. En los primeros minutos tras su finalización alcanzó 20 mil reproducciones.
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